Si de la espantosa confusión
un dulce y conocido son pudo arrancarme,
si el resto de infantiles sentimientos
con sus ecos de alegres días pasados me engaño,
¡Maldigo entonces todo cuanto al alma
con artimaña y persuasión envuelve,
sujetándola con halago y zalamerías
a esta gruta cruel y tenebrosa!
¡Maldita sea ante todo la alta opinión
con la que el espíritu a si mismo se envuelve!
¡Maldito el esplendor de la apariencia
que trata de asaltar nuestros sentidos!
¡Maldito lo que en sueños nos seduce,
ilusiones de gloria y de la fama!
! Maldito todo cuanto nos halaga
por ser propiedad: hijo, arado y siervo!
¡Maldito las riquezas
cuando a arriesgadas hazañas nos incitan,
y cuando, en aras de la diversión ociosa,
los blandos almohadones bajo el cuerpo nos colocan!
¡Maldito el balsámico mosto de la uva!
¡Maldito ese supremo favor del amor!
¡Malditas la fe y la esperanza,
y Maldita sobre todo la paciencia!
Fausto,
Citado por Fausto pag. 69
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